Los tipos de narraciones que existen en el mundo son incontables. En
primer lugar, la palabra “narración” engloba una amplia variedad de
géneros que se dividen, a su vez, en un amplio abanico de materias,
como si cualquier material fuera susceptible de formar parte de una
narración: la narración puede incorporar el lenguaje articulado, hablado
o escrito; dibujos, fijos o en movimiento; gestos y todo un amplio
conjunto de ingredientes; está presente en la mitología, en las leyendas,
en las fábulas, en las historias cortas, en las historias épicas, en
la Historia, en la tragedia, en la comedia, en la pantomima, en la pintura,
(...) en el cine, en los cómics, en los periódicos, en la conversación.
Además, y bajo este infinito número de formas, la narración está
presente en todo momento, en todos los lugares, en todas las sociedades;
la historia de la narración comienza con la historia de la humanidad;
no existen, ni existirán nunca, personas sin narraciones.
Barthes, 1966; p.11.
Hemos elegido esta cita del teórico del lenguaje Roland Barthes para
abrir el capítulo referido a los logros y las dificultades de los estudiantes
en la lectura de narraciones por tres motivos. En primer lugar, la cita,
incluso fragmentada, da cuenta del riquísimo abanico de los géneros
narrativos y ofrece un punto de partida para reflexionar acerca de si la
escuela enseña la narración en toda su variedad.
En segundo lugar, Barthes expresa una idea con la que coinciden
numerosos autores desde diferentes campos disciplinares: la narración
es propia y constitutiva de la experiencia humana individual y social.
Narración y ser humano. Por ejemplo, desde el campo de la Filosofía,
Ricoeur (1983-1985) ha planteado que la narración constituye un trabajo
colectivo de construcción de un mundo inteligible. El relato es una imitación
o representación de acciones y un entrelazamiento de hechos; por
eso, está implicado en nuestra manera de concebir el mundo y contiene
nuestro conocimiento práctico.
Asimismo, desde la Teoría Literaria, Schaeffer (1999) afirma que ninguna
sociedad puede reproducirse sin una transmisión de sus saberes y
que esta se produce mediante un modelo ficcional y narrativo que es
siempre una modelización del universo real. La narración de ficción, al
construir un modelo análogo al real, permite conocer la estructura y los
procesos internos de la realidad, y manipularlos mentalmente.
Por su parte, desde la Psicología, Egan (1997) asevera que las narraciones
orientan las respuestas afectivas de las personas frente a los
acontecimientos vitales, y Bruner (1990) sostiene que producen el efecto
de enmarcar lo idiosincrásico en un molde que favorece la negociación
y evita la confrontación. Para Bruner (1986) la narración es,
inclusive, junto con el pensamiento lógico, uno de los dos modos en
los que puede clasificarse el pensamiento:
Existen dos (…) maneras de pensar, y cada una proporciona maneras
distintas de organizar la experiencia, de construir la realidad. Ambas (a
la vez que complementarias) son irreductibles. Los esfuerzos por reducir
una a la otra (…) conducen inevitablemente al fracaso en el intento
de capturar nuestra rica diversidad de pensamiento (...). Cada una de
estas maneras de conocer tiene sus propios principios operativos y
sus propios criterios de gramaticalidad.
Bruner, 1986; p. 11.
De acuerdo con este psicólogo cognitivo, el modo narrativo de pensamiento
es el que lleva a las personas a estructurar historias; buscar
conexiones particulares entre los hechos; expresar motivos, acciones y
problemas de la vida diaria o de ficción; regular el tiempo y
reconocer causas y consecuencias particulares. El modo lógico, en
cambio, tiende a la búsqueda de lo universal, lo general, lo verdadero,
trata de cumplir el ideal de “un sistema formal, matemático, de
descripción y explicación” (Bruner, 1986; p. 16).
Estas ideas pueden llevar a preguntarnos si es realmente necesario
enseñar la narración o si, de modo natural, por el hecho de ser
humanos y vivir en la cultura, los estudiantes ya saben lo que deben
saber sobre aquella. Así definida, como antigua y cotidiana actividad
colectiva e individual, la estructura narrativa sería la de comprensión
más simple de todas las estructuras textuales.
Narración como texto. Sin embargo, debe tenerse en cuenta la función
de diferentes factores que facilitan o dificultan la comprensión de
la narración. El relato es sumamente flexible. A veces, los hechos
seleccionados para componerlo se presentan unos después de otros y
tienen, por eso, un orden temporal. Y a ese orden se superpone otro
que es lógico: unos hechos ocurren porque antes ocurrieron otros.
Así, la narración no excluye la explicación, como veremos luego: se
sirve de un tipo de causalidad diferente.
Una narración tiene unos agentes más o menos concretos o abstractos,
que persiguen determinados objetivos y, a la vez, se encuentran
en interrelación con otros agentes que persiguen objetivos diversos o
contrarios. Las acciones de los agentes, por otra parte, pueden estar
condicionadas por muy disímiles fuerzas causales de diferente orden,
explícitas y concretas o abstractas e implícitas.
Un relato puede tener, asimismo, uno o más puntos de vista desde
los cuales se narran las acciones, y la elección de ese punto de vista
no es arbitraria, pues permite presentar los hechos con mayor
o menor amplitud, en tal o cual orden (como ocurrieron, yendo
hacia atrás, adelantando hechos posteriores), desde adentro o desde
afuera de la mente de los personajes, etcétera.
La narración admite la inclusión de secuencias en las que se
describe (lugares, costumbres, maneras de pensar, relaciones
sociales), se explica (por qué se produjo tal o cual hecho o proceso),
se argumenta (a favor o en contra de una idea o de una interpretación)
y en las que se citan las voces de los personajes (en diálogos y cartas,
por ejemplo). Finalmente la narración admite una inmensa variedad estilística,
pues puede dar la voz a personajes con muy distintos lectos y
registros, entre otros rasgos.
Podemos, entonces, retomar la cita inicial de Barthes, revisar la
enumeración de tal cantidad de géneros narrativos y plantearnos
la tercera razón de la elección de la cita: ¿qué tienen en común todos
ellos, al punto de caber dentro de la misma categoría: “narración”?
Dejando de lado la serie de diferencias señaladas, podría
decirse que toda narración:
responde a la pregunta “¿qué ocurrió?” a partir de representar
una sucesión de hechos,
mantiene al menos a un actor o personaje que experimenta
alguna transformación y
presenta un conflicto.
De acuerdo con todo lo dicho, la enseñanza de la narración es claramente
necesaria: enseñar cómo y de cuántos modos diferentes se
construye un relato es enseñar cómo y con qué diversidad obramos
los seres humanos cuando narramos.
Fuente: Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Educación (2009) Segundo Estudio Regional Comparativo y Explicativo - Aportes para la enseñanza de la lectura. Chile.
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