Recetas, manuales de artefactos, consignas escolares y muchos otros
textos integran el discurso instruccional, que fue configurándose como
un medio semiótico socialmente construido a fin de organizar patrones
de conducta y secuencias discursivas. La comprensión de este tipo de
discurso nos permite acceder al mundo de las técnicas, las labores
artesanales y los instrumentos de una cultura a través de un auxiliar
diseñado para aprender a usar objetos y realizar procedimientos.
Silvestri, 1995.
La cita inicial corresponde a uno de los pocos libros académicos dedicados
específicamente al texto instruccional, pero la hemos seleccionado
no por esa razón, sino porque señala dos aspectos que nos parecen claves
en relación con este tipo textual: no se trata solo de un texto: es
también un artefacto para organizar, orientar y dirigir la conducta, tanto
en situaciones individuales (es el caso de las instrucciones para el uso de
un aparato) como sociales (es el caso de los edictos y los reglamentos).
Instrucción como tipo textual. Algunos autores no consideran que la
instrucción es una clase específica de texto y la incluyen dentro de la
descripción, porque tiene una estructura jerárquica (tema: “ingredientes”;
subtemas: cada uno de los ingredientes listados). En este libro,
consideramos que vale la pena tratarla como una clase de texto particular,
por un lado, por las mencionadas funciones sociales —no coincidentes
con las de la descripción tal como se la trató en el capítulo 5— y,
por otro, porque la instrucción está presente en la vida escolar siempre
que el docente indica a un alumno cómo hacer algo. Debido a esta última
razón, haremos referencia a las instrucciones escolares o “consignas”,
como se las llama en algunos países de nuestra región, aunque no
han sido evaluadas en sí mismas y solo han aparecido al comienzo de la
prueba.
La instrucción aparece en canales escritos, orales o audiovisuales; por
ejemplo, en las recetas de cocina que leemos en revistas, escuchamos
en la radio o vemos en la televisión, o en las ayudas de los programas
de computadora.
Partes constitutivas. Si pretenden indicar cómo hacer algo, los textos
instruccionales no pueden limitarse a enunciar la acción final (“construir
un caleidoscopio”, “escribir un cuento”). En este caso, la persona que
leyera el texto no sabría cómo llevar a la práctica la actividad. El autor
de una instrucción quiere asegurarse la correcta ejecución de las acciones
necesarias para arribar a la meta y el lector pretende conocer
cómo concretar paso a paso la actividad. Además, en algunas ocasiones
necesita conocer los elementos o las herramientas que debe utilizar
para realizarla. Por eso, el texto instruccional presenta una meta o
acción final, una serie de acciones parciales o procedimientos y, en algunos
casos, también una lista de elementos.
Elementos paratextuales. Como los textos instruccionales tienen la
finalidad de orientar a alguien para que pueda realizar algo, presentan
elementos que facilitan el reconocimiento de sus partes, así como la
diferenciación y el orden de los pasos. Estos son el título (que identifica
la meta), los subtítulos (que distinguen las partes: lista y procedimientos)
y los marcadores gráficos: puntos, guiones, etc. (que distinguen uno y
otro paso) o números (para ordenar o marcar la secuencia). En algunos
géneros las imágenes, simples y realistas, ilustran las instrucciones; a
veces son decorativas (como los platos terminados en las recetas) y
otras veces apoyan la comprensión estableciendo relaciones de redundancia
con el texto verbal (como las instrucciones para la instalación de
aparatos).
La secuencia instruccional. La secuencia de los textos instruccionales
está ordenada temporal y lógicamente. La más habitual dispone los
procedimientos de manera sucesiva (primero se indica la realización de
una acción y luego la de otra). Los pasos también pueden presentarse
en secuencias simultáneas (dos acciones deben realizarse al mismo
tiempo, como en una rutina de gimnasia), secuencias alternativas (es
posible realizar una acción u otra) y secuencias repetidas (la misma
acción debe ejecutarse más de una vez).
Modalidades. Los textos instruccionales presentan los procedimientos
en modalidad deóntica (p. 87), como órdenes o prescripciones. Los verbos
utilizados para designar las acciones que deben seguirse se formulan
en modo imperativo (“pele”, “redacta”), en infinitivo (“pelar”, “redactar”)
o en frases con “se” pasivo (“se pela”, “se redacta”). Para expresar
las acciones optativas se recurre a verbos y frases verbales que evidencian
la intención de recomendar (“sugerir”, “poder”, “convenir”; “puede
hacerse”, “es posible”, “es ideal”, “es conveniente”) o al condicional simple
(“podría”, “deberías”).
Prescribir y recomendar hábitos o conductas. Existe otra variedad
de textos instruccionales que no prescriben ni recomiendan acciones,
sino hábitos, conductas pautas o reglas: cómo comportarse en un lugar
público, cómo ser cortés, cómo permanecer en una biblioteca, etc.
Prescriben conductas los reglamentos y las leyes, textos producidos por
instituciones (la escuela, un club, el parlamento) que establecen normas
obligatorias de comportamiento; si no se las cumple, la institución impone
algún tipo de sanción. Generalmente, se formulan como prohibiciones.
Recomiendan conductas los manuales de cortesía, los libros de autoayuda
y la enorme variedad de consejos (orales y escritos) para llevar una
vida sana, ser feliz o disfrutar de unas buenas vacaciones. Se trata de
textos que aconsejan hábitos o costumbres socialmente considerados,
precisamente, recomendables.
Fuente: Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Educación (2009) Segundo Estudio Regional Comparativo y Explicativo - Aportes para la enseñanza de la lectura. Chile.
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