La preparaduría un apoyo a la disposición de todos

La preparaduría, consiste en un sistema de apoyo entre estudiantes en el cual se utilizan horas de asesoría y una sesión de clase para que se desarrolle una actividad pedagógica, donde el facilitador es el estudiante preparador que colabora con el trabajo del profesor titular, para favorecer el aprendizaje de sus compañeros.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Explicación

Aunque (…) el significado de “explicar” es ambiguo y aunque las disciplinas
y las escuelas que toman por objeto la explicación difieren en sus consideraciones,
se halla siempre una constante en sus definiciones: la idea de desenvolver
lo que estaba envuelto, de desplegar algo ante la visión intelectual, de
hacer claro lo confuso.
Zamudio y Atorresi, 2000.
Significado de “explicación”. La cita que abre este capítulo centrado
en la lectura de explicaciones en los grados evaluados por el SERCE
pone el foco en el rasgo que es común a las diferentes acepciones de
“explicación”: esclarecer, echar luz sobre algo oscuro. Sin embargo, el
significado de “explicar” es múltiple. El Diccionario de la Real Academia
Española registra esta pluralidad:
explicar. Del lat. explicare. 1. tr. Declarar, manifestar, dar a conocer lo
que uno piensa. Ú. t. c. prnl. 2. Declarar o exponer cualquier materia,
doctrina o texto difícil, con palabras muy claras para hacerlos más perceptibles.
3. Enseñar en la cátedra. 4. Justificar, exculpar palabras o
acciones, declarando que no hubo en ellas intención de agravio. 5. Dar
a conocer la causa o motivo de alguna cosa. 6. prnl. Llegar a comprender
la razón de alguna cosa; darse cuenta de ella.
Esas diferentes acepciones podrían expresarse, respectivamente, en las
siguientes frases: “no me explicaste que pensabas hacer eso”, “a ver si
logro explicar este concepto”, “explicaremos por qué los cuerpos caen”,
“te pido que me dejes explicar mi reacción”, “la caída de los cuerpos se
explica por la Ley de gravedad”, “ahora me explico por qué no funcionaba”.
A esas acepciones se suman otras que asimilan “explicar” con “exponer”,
lo que implica no diferenciar la descripción o clase de texto que
dice cómo es algo de la explicación o texto que dice por qué o cómo se
produce algo (en muchos libros de texto se habla, en general de “texto
expositivo”). También se establecen sinonimias entre “texto explicativo” y
“texto informativo”; en este caso, se confunden una estructura y una
intención: los textos con propósito informativo son, además de algunos
de los de forma explicativa, los descriptivos enciclopédicos, las noticias
y las crónicas periodísticas, entre muchos otros. Por otra parte, hay textos
explicativos no informativos, como las leyendas, sobre los que volveremos
al caracterizar las explicaciones evaluadas en sexto grado.
En este capítulo denominamos “explicativo” al texto que, con una forma
causal o de equivalencias, como veremos más abajo, se propone explicar
el o los porqués de la ocurrencia de un fenómeno.
Tipos de explicación. Para las ciencias exactas, aunque incluso dentro
de su campo se entienden por “explicación” diferentes cosas, la explicación
se caracteriza por su rigurosidad en relación con el porqué de un
fenómeno, proceso, etc. Para algunas teorías del lenguaje, en cambio,
son también explicaciones enunciados como “sé que hoy va a llover porque
me duelen las rodillas” o “la Segunda Guerra Mundial se produjo
porque Alemania invadió Polonia” o “los cuerpos caen porque son pesados”
o “la belladona es una planta venenosa porque contiene veneno”,
es decir, explicaciones infundadas, incompletas, falsas y tautológicas, a
las que la ciencia llama “pseudo-explicaciones”.
Forma causal de la explicación. Para la Lingüística —aunque también
dentro de su campo hay opiniones diferentes— toda explicación
pone en relación dos segmentos. Los segmentos establecen entre sí
dos tipos de relaciones. En una de las variantes, la que da su forma
característica al texto explicativo, el primer segmento presenta el fenómeno
problemático que se explicará y el segundo segmento ofrece la
solución o explicación propiamente dicha, que hace del fenómeno problemático
un fenómeno inteligible o explicado.
El problema puede plantearse explícitamente, como una pregunta directa
(“¿Por qué se produjo la Segunda Guerra Mundial?”) o indirecta
(“Muchos se preguntarán por qué se inunda Buenos Aires”). También,
implícitamente (“Sismos en Chile”), en el título o en el texto.
La relación entre estos dos segmentos es de tipo causal, como puede
verse en el uso de las expresiones “por qué” (“¿Por qué se produjo…?”)
y “porque” u otras con igual valor, como “ya que” o “pues” (“Porque
Alemania…”).
Forma de equivalencia. Por otra parte, en la explicación se observa
otro tipo de relación entre segmentos: la equivalencia. Es muy común
que, para hacer más claro lo que se imagina complejo para el destinatario,
se empleen paráfrasis o reformulaciones de lo dicho, sinónimos que
se suponen aclaratorios, ejemplificaciones que constituyen casos concretos
de lo que se considera abstracto, analogías entre lo que se supone
conocido y lo que se desea explicar como fenómeno nuevo, etcétera.
Fenómeno, emisor y receptor de la explicación. El orden que el
emisor da a la explicación sigue el proceso mental que, según cree,
hará el receptor: lo que va del problema a su solución es el pasaje de lo
desconocido a lo conocido, de lo incomprensible a lo comprensible. El
emisor se posiciona como alguien que tiene claridad sobre el fenómeno
que explica; lo define, lo ejemplifica, alude de modos diferentes a una
sola de sus características y demás, porque considera que resulta problemático
para un receptor determinado. Si el emisor busca que el
receptor adquiera un conocimiento o una claridad de ideas que no tenía
previamente, debe tener en cuenta, por un lado, las características del
fenómeno que quiere explicar y, por otro, quién es su destinatario y cuáles
son los conocimientos que posee.
El análisis del fenómeno permite determinar, en primer lugar, si es
factible que comprenda la explicación un grupo reducido o amplio de
receptores. Los manuales de Ciencias Naturales de tercer grado no
contienen explicaciones de la Teoría de la Relatividad desarrollada
por Albert Einstein porque el análisis del fenómeno revela que no
es factible que esas explicaciones sean comprendidas por ese grupo
de estudiantes.
En segundo lugar, tanto el fenómeno cuanto el receptor condicionan en
gran medida la elección de las técnicas y las estrategias explicativas. Un
buen explicador usa estrategias para presentar el objeto de modo que
el receptor pueda, a su vez, representárselo en forma clara y simple.
Por ejemplo, si se quiere explicar la evolución del precio de tres cereales
en un país dado a lo largo de un período determinado, las causas
pueden sintetizarse en una lista, mediante un texto verbal; en cambio,
para representar la evolución misma conviene emplear un gráfico que, a
la vez, permita observar los períodos y comparar en tres líneas la evolución
de cada uno de los cereales.
Además de considerar el fenómeno que quiere explicar, el emisor debe
tener en cuenta quién es el receptor de la explicación. No se aplican las
mismas estrategias explicativas para todos los destinatarios; por ejemplo,
los resultados de una investigación científica reciente se explican a
un colega investigador sin modificaciones o casi sin ellas, mientras que,
ante un estudiante, se exponen simplificados en mayor o menor medida,
según el grado de avance de sus conocimientos.
Géneros explicativos. Como se sabe, la ciencia tiene por finalidad fundamental
explorar, describir, explicar y predecir acontecimientos.
Habitualmente, los resultados de sus investigaciones se comunican
mediante géneros denominados “científicos” o “académicos”, destinados
a los expertos. Por otra parte, los contenidos del discurso científico
se difunden entre el público no experto mediante géneros discursivos
que aquí denominaremos, en general, de “divulgación científica”.
Loffler-Laurian (1984) propone una tipología de los discursos cuyo objeto
es la ciencia considerando los siguientes constituyentes de la situación
comunicativa: el emisor, el receptor y el soporte material del mensaje.
Según estos criterios, distingue:
el discurso teórico o discurso científico especializado, hecho por
expertos y para expertos, y publicado en papers y libros escaso tiraje;
un ejemplo al respecto es La estructura a gran escala del espaciotiempo,
del físico Stephen Hawking;
el de semi-divulgación científica, hecho por expertos para lectores
menos expertos, pero con cierto conocimiento de la materia, y publicado
por lo general en libros no muy extensos; por ejemplo,
Brevísima historia del tiempo, del mismo Hawking;
el de divulgación científica, hecho para el gran público por periodistas
relativamente especializados y publicado en artículos de revistas y
diarios de gran tirada.
A estos géneros podemos agregar dos más:
los que podríamos llamar de explicación “pre-científica”, como las
leyendas, los mitos y algunas pseudo-explicaciones que son, para
quienes los produjeron o producen, auténticas explicaciones;
los géneros explicativos didácticos, cuyo objetivo es transformar el
“saber sabio” en “saber enseñado” (Chevallard, 1985) a través de procedimientos
como la selección, la simplificación, la ejemplificación y,
principalmente, la progresión de contenidos en una secuencia.
Leyendas, mitos y pseudo-explicaciones como géneros
explicativos. Fue largo el camino recorrido para determinar las condi-
ciones que debe reunir una explicación para ser considerada científica, y
aún está en curso.
Las primeras reflexiones en torno del razonamiento científico se adjudican
a la cultura griega antigua. Ese saber solo era desarrollado y compartido
por unos pocos: la mayoría de la gente explicaba los hechos
que le resultaban incomprensibles mediante supersticiones y creencias
que había heredado de la comunidad: leyendas, mitos y pseudo-explicaciones
que aún existen en diversas culturas.
Las leyendas pueden ser definidas en general como relatos que explican
el origen de seres, objetos, fenómenos y lugares; y los mitos,
como relatos cuyo propósito es explicar las relaciones entre los hombres
y los dioses; en muchos casos, estas fronteras son débiles.
Tanto en la leyenda como en el mito el relato está enmarcado estructuralmente
por una explicación.
En cuanto a las pseudo-explicaciones, no solo existen entre las personas
no escolarizadas: cada vez que la prensa convierte en noticia el hecho
de que alguien ganó la lotería por séptima vez o que tal famoso volvió a
divorciarse, subyace algún tipo de pseudo-explicación: “estaba escrito
que así fuera”, “por algo será”, etcétera. Actualmente se concuerda en
que las explicaciones de tipo científico se adquieren en ciertos dominios
de conocimiento y no en todos: un adulto puede tener un pensamiento
científico en el campo de la Historia y no, por ejemplo, en el de la Física.
También se sabe que sustituir las pseudo-explicaciones por explicaciones
científicas es una ardua tarea para docentes y estudiantes, debido a
la resistencia al cambio propia de las primeras.
Formas y géneros explicativos. Las formas de explicación expuestas
—causalidad y equivalencia— predominan en unos y otros de los géneros
explicativos.
En los géneros explicativos científicos predominan las relaciones de causalidad:
“el hierro se dilató al calor del fuego porque todos los metales
se dilatan con el calor”. En las ciencias exactas la causalidad suele ser
una (como en el ejemplo), mientras que en las ciencias sociales suelen
ser varias y no guardar entre ellas la misma jerarquía. Una explicación
de las dictaduras latinoamericanas, por citar un caso, requeriría la mención
de múltiples causas de orden económico, político, social, cultural,
histórico, idiosincrásico y demás, que diferirían en orden de importancia
según el contexto en el que tuvieron lugar y, por supuesto, según la
perspectiva de quien explica.
Por el contrario, en los géneros de divulgación científica —que intentan
“traducir” el discurso de los expertos de modo que pueda ser comprendido
por los legos— y en los géneros explicativos didácticos —que intentan
volver enseñable el saber experto—, abundan las relaciones de equivalencia.
Las definiciones están por lo general seguidas de ejemplos que
las vuelven concretas, las analogías equiparan un objeto problemático
sobre el cual el explicador pretende construir cierto conocimiento a un
objeto que supone familiar para el receptor, al uso de un término técnico
sigue el de un sinónimo o el de una frase que lo aclara, etcétera.
Definiciones, ejemplos, metáforas, analogías, sinónimos son, entre
otros, recursos explicativos propios de los textos que leen los estudiantes
de los años evaluados en el SERCE ya que, como es obvio, sus
conocimientos no les permiten acceder al discurso científico teórico. A
continuación nos detenemos en tales recursos.
Recursos explicativos. Las relaciones de equivalencia verbal presentes
en los textos explicativos forman parte de las estrategias que el emisor
de la explicación emplea para hacer más fácilmente comprensible lo
que quiere explicar.
Cuando el emisor supone que una de las expresiones que incluye
puede producir dificultades de comprensión, suele replantearla de un
modo que resulte más accesible (“El clima de la selva paranaense es
cálido y húmedo, sin estacionalidad, es decir, sin diferencia de precipitaciones
entre invierno y verano”). Se llama “paráfrasis” o “reformulación”
al término o la frase que aclara un segmento anterior del texto
(“sin diferencias de…”); introducen reformulaciones expresiones como
“es decir”, “en otras palabras”, “dicho de otro modo” y “o sea”.
Desconocer el significado de una palabra o de una expresión también
puede constituir un obstáculo para la comprensión. Por eso, en
los textos explicativos suelen darse definiciones de los términos que
se suponen desconocidos para el receptor. Existen diferentes maneras
de definir. Una de ellas consiste en establecer una equivalencia de
significado; por ejemplo, “La erosión —el proceso físico por el cual
ciertas partes del suelo son removidas de un lugar, transportadas y
depositadas en otro— suele desencadenarse y/o acelerarse por la
acción humana”). Son marcadores de definición por equivalencia el
verbo “ser”, los dos puntos, las comas, los paréntesis y las rayas.
Otra forma de definición se caracteriza por dar las notas distintivas de
un objeto (“La materia orgánica del suelo está formada por los restos
de vegetales y animales sometidos a procesos de descomposición
química”); los marcadores de definición por características son, entre
otros, los verbos “ser”, “poseer”, “consistir” y “conformar”, y construcciones
como “está formado por” y “está constituido por”. Finalmente,
es posible definir indicando la función del objeto designado (“La vegetación
cumple la función de amortiguar el golpe de las gotas de lluvia
y evitar la erosión”); algunos de los marcadores de definición por función
son “se usa para”, “sirve para” y “cumple la función de”.
Para volver concreta una información abstracta o aportar casos
conocidos para el receptor se proponen ejemplos. El ejemplo proporciona
un caso particular del concepto que se explica (“Los intentos de
solución de las inundaciones consideran sólo las condiciones del
momento en que ocurre el desastre. Un claro ejemplo es el de la laguna
de Epecuén: durante el período seco de la década de 1950, el
nivel del agua disminuyó y afectó las actividades turísticas, por lo cual
las autoridades ordenaron construir un canal que llevara agua de arroyos
cercanos. En 1992, año de fuertes lluvias, el nivel del agua inundó
la totalidad de la villa”). Los ejemplos, como el ofrecido arriba, pueden
darse a continuación del concepto, para ilustrarlo, yendo de lo
abstracto a lo concreto o de lo nuevo a lo conocido, pero también
pueden preceder al concepto; así, se va de lo concreto a lo abstracto
y lo conocido sirve de base para comprender lo nuevo (“La fabricación
de postes y varillas; la construcción de aberturas, pisos, viviendas rurales
y muebles pequeños; la elaboración de artesanías;
el consumo de frutos y semillas, y la protección de sistemas de
producción agroforestales son ejemplos de las utilidades del caldén
que plantean la necesidad de conservarlo como especie”).
Los marcadores de ejemplificación son expresiones como “por
ejemplo”, “a saber” y “es el caso de”, y signos de puntuación como
dos puntos, paréntesis y rayas.
Como el ejemplo y la definición, la analogía puede ser considerada
un tipo de reformulación en la medida que constituye una manera de
parafrasear conceptualmente lo que ha sido dicho en otro momento y
de otro modo. La analogía establece una similitud de estructuras cuya
fórmula más general es “A es a B como C es a D”. Sin embargo, no
se trata de una equivalencia de tipo matemático (por ejemplo, 1/2 es
como 3/6): en la analogía, se establece una relación de semejanza
entre un tema y otro que pertenecen necesariamente a diferentes
registros o “mundos”. Si bien el tema y su análogo pueden estar
entramados en el discurso, el análogo no sirve más que para aclarar
el tema, al punto que la información transmitida sería prácticamente la
misma si se lo suprimiera (Grize, 1990). por ejemplo: “Así como las
sociedades humanas están organizadas sobre la base de un ritmo diario
de 24 horas, un ritmo mensual de 30 días y uno anual de 365, las
funciones fisiológicas presentan un ‘reloj’ de alrededor de 24 horas y
calendarios de duración mensual y anual. Tales ciclos son llamados
generalmente ‘circadianos’” (Conocer y saber, 31, 1991).


Fuente: Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Educación (2009) Segundo Estudio Regional Comparativo y Explicativo - Aportes para la enseñanza de la lectura. Chile.

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